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viernes, 17 de septiembre de 2010

Libertad y seguridad, nuestro pacto social

Libertad y seguridad. En el equilibrio de esos dos valores radica la sustancia de la democracia. Ya desde Hobbes, con su Leviatán, se reflexionó sobre el modelo de organización humana que procurara beneficios al individuo aumentando las ventajas de la convivencia, en especial en lo tocante a la seguridad. El modelo del gobernante absoluto, que ofrece seguridad a los miembros de la comunidad, a cambio de la entrega total de los derechos individuales, figura de dictador o monstruo poderoso y omnipotente -el Leviatán- explicó y justificó un modelo de organización que, sin embargo, fue luego custionada. Rousseau, con su Contrato Social, postuló una manera diferente de organización, donde el ser humano cediera, a cambio de seguridad, parte de sus derechos individuales, pero no todos. El contrato social que suscriben gobernante y gobernados establece esa medida, el equilibrio entre seguridad y libertad que justifica desprenderse de parte de los derechos que corresponden de modo natural a los seres humanos. Tales condiciones y límites, vienen a expresarse luego de modo formal en las constituciones democráticas.

Esta teoría política alumbra con amplitud la polémica de estos días a raíz del fallo de la Sala Constitucional sobre el asunto de los retenes policíacos. En el meollo, está el cuestionamiento de un modelo constitucional donde los valores individuales están ampliamente garantizados y el uso de esas garantías ha permitido a la Sala, guardiana de esos valores, pronunciarse a favor de ellos.

La respuesta ciudadana ha sido, sin embargo, contraria a esa protección de lo individual frente a los actos de gobierno que se dicen actuar en pro de la colectividad. No cabe duda que el ataque de la delincuencia y el temor creciente de los ciudadanos, está produciendo un cambio en la apreciación y valoración de esos derechos fundamentales. Pero ¿estamos realmente dispuestos a ceder uno a favor del otro? Ello significa reducir los límites del poder represivo del Estado, que se concretan en las competencias de la policía. Quizás sea necesario dadas las circunstancias en que estamos actualmente en esta materia. Sin embargo, es importante que los habitantes tengan conciencia de esto. Los límites al ejercicio del poder, desde cualquiera de sus ámbitos, son necesarios para salvaguadar nuestros derechos básicos. Y cuando se empieza a ceder por temor, se puede ir, paso a paso, hacia la dictadura del Leviatán. ¿Hasta dónde llegar? Vale la pena la discusión pública de esto, aunque el presente sea solo un estadio muy lejano de ese posible final. Si nuestro concepto de democracia está cambiando, es hora de tomar conciencia y resolver, en conjunto, en todos los foros posibles, sus nuevos fundamentos.