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jueves, 5 de agosto de 2010

La seguridad social falló

Hace un año murió mami. Tres años antes se había ido ya papá. Al llegar este agosto, no conmemoro esos hechos para recordar a mis padres, a quienes no he olvidado ningún día desde que se fueron. Escribo intentando poner en blanco y negro las cosas que en su momento quise decir pero me fue imposible en medio del agobio que provocó su partida. Tenían que morir, como lo haremos todos. No le reclamo a la vida su inexorable fin, antes bien agradezco los muchos años que les fueron concedidos. Me quejo sí, reclamo, resiento el hecho de que la seguridad social de mi país, que por largo tiempo contribuyó a prolongar su existencia, fallara al final y acelerara el momento del adiós definitivo.


Papá resultó víctima de un fin de semana largo, que en el centro hospitalario donde murió, provocó la ausencia de los médicos que debían estar atendiéndolo. !Cómo corrimos mi hermana y yo de un lado a otro preguntando por el médico de guardia desde el sábado al martes 29 de julio! El feriado del viernes 25 se había pasado para el lunes. Fuimos viendo en esos días el deterioro continuo del viejito y fui yo, abogada angustiada, quien puso al médico -que por fin apareció el martes- al tanto de que presentaba síntomas de haber sufrido un derrame cerebral, pues había dejado de hablar y de mover parte de su cuerpo. El médico me dijo, sin ir a ver el paciente, que mandaría hacerle un tac. Se hizo, se comprobó mi inexperto y arriesgado diagnóstico y se tomaron, creo, las acciones médicas correspondientes. En vano. Diez días después murió víctima de una neumonía provocada por una bacteria intrahospitalaria que, al parecer es lo que provoca el deceso de un alto porcentaje de los pacientes que ingresan al Hospital Blanco Cervantes, algo sobre lo que ya me habían advertido desde los primeros días. "Se nos complican mucho estos pacientes tan ancianos" me había dicho el médico que lo recibió el día del ingreso. !De haberlo sabido...! Yo solo lo llevé para que le hicieran un tac que recomendó el geriatra.


Durante los últimos treinta de los 99 años que mamá llegó a cumplir, el Seguro Social le brindó atención que fue de lo mejor -su operación de corazón para el cambio de válvulas, de las primeras que se realizaron en el Hospital México- a lo peor: el servicio de visita domiciliaria que se dijo se le brindaría al final de su enfermedad. Quizás soy desagradecida, al quedarme con el sinsabor de la mala atención que fue una de las causas que provocaron su muerte en el 2009, pero es difícil olvidar las angustias de la última semana. Dos meses atrás, mamá había estado internada en el Hospital Calderón Guardia, donde se le trató por una trombosis en una pierna. De ahí fue dada de alta con pescripción de coumadín que tendría que tomar por el resto de sus días. Presumí que podría ser un año, al menos. Fue muy poco. Ese medicamento, un anticoagulante es de manejo delicado que requiere una continua supervisión para medir los niveles en la sangre. El examen de laboratorio respectivo suele hacerse "una vez por semana, si la controla un médico privado, una vez por quincena o por mes, si lo hace el Seguro", me dijo el microbiólogo donde la llevé luego de superada en varios días la fecha en que debían pasar los encargados de tomar las muestras en la visita domiciliaria, en la que se le apuntó como beneficiaria por ser adulto mayor, sin que hubieran aparecido. !Para qué ahondar en detalles! Lo cierto es que a pesar de que me ofrecí a traer y llevar a los encargados, ya que me decían que no tenían transporte, no llegaron. Cuando, al fin, decidí acudir de nuevo a la consulta privada, era tarde. Los niveles estaban a tal punto alterados que el microbiólogo decidió hacer dos veces la prueba para estar más seguro del resultado. En esa especial circunstancia, un golpe provocó un sagrado interno que finalmente la mató.


¿Causa final inmediata o mediata? ¿Habían otros culpables? ¿Debían ya morir con 90 y 99 años vividos? Preguntas técnicas, análisis y argumentaciones sobrarían. Pero sí hay una certeza: la seguridad social falló por neglicencia de los encargados de velar por los pacientes, con o sin excusas. Si no hubiera estado de por medio el "fin de semana largo" y la "falta de transporte", quizás mis viejos estuvieran aun con vida. !Cuántos más habrán sufrido estos desaciertos administrativos! Ojalá ninguno los sufra más en el futuro.